HIJOS QUE MUEVEN EL CIELO
La Biblia registra hombres que oraron y adoraron a Dios y vieron la manifestación sobrenatural de Dios. Hay una conexión entre el cielo y la tierra profundamente. Está escrito que estos hombres no eran extraordinarios para nada. Eran gente común, pero lograron mover el cielo. Imaginemos a Josué clamando a Dios para que el sol y la luna se detuvieran. Ahora conocemos que todo el sistema solar se detuvo con la oración de hombre. Otro ejemplo sería el de Elías clamando a Dios por fuego para que se revelara quien era el Dios verdadero. Estamos consiente que hoy mas que nunca estamos necesitando que el cielo se mueva entre las naciones. ¿Dónde estaba el secreto de estas manifestaciones? ¿Creemos que Dios lo puede hacer para nosotros en este tiempo? La intervención de Dios sobre nosotros es indispensable cuando hablamos de una vida de reino. No podemos vivir una vida de reino sin la intervención de Dios.

Si la tierra no se mueve, el cielo no se mueve.
“Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos”. Mateo 16:19
Dios nos ha entregado las llaves del reino de los cielos aquí en la tierra. Que el cielo se mueva (aquí en la tierra) a nuestros favor, es un asunto de saber usar esas llaves. Vemos también que es un trabajo mancomunado, que depende completamente del cielo por ser soberano y depende también de la tierra como la autoridad delegada. Nótese que Mateo 16:19 dice primero: “todo lo que atares en la tierra…”; luego dice: “todo lo que datares en la tierra…”. Lo que se va atar o desatar en los cielos primero debe de darse en a tierra. La tierra tiene que moverse, la tierra tiene que hablar, la tierra tiene que atreverse, la tierra tiene que creer, la tierra tiene que pedir, la tierra tiene que clamar, la tierra tiene que estar disponible, la tierra tiene que anhelar, indagar, buscar y llamar la atención del cielo. Cuando hablamos de la tierra estamos hablando de nosotros, hombres y mujeres comunes, pero que encuentra la llave para abrir los cielos. Debemos conocer que hay cosas que primero tiene que pasar en nosotros. Podemos llamar a Dios y hacer que el responda. Podemos estar alineados con sus propósitos o caminar en un ámbito de fe extraordinario que vamos a ver su manifestación sobrenatural.
Si el cielo no responde, la tierra se muere.
“Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican; Si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guardia”. Salmos 127:1
Dios quiere respondernos; ese es su anhelo. Necesitamos reconocer que dependemos de Dios en todo momento. Que de Dios viene la vida física y espiritual. Él es nuestrafuente principal como Rey soberano hace como quiere, con quien quiere y el día que quiere. Si esperamos tener éxito y victoria sin la respuesta del cielo, solo haremos un paseo por la vida. La vida sin la respuesta de Dios, es simple humanidad sin lo divino. Somos piedras vivas que tenemos le privilegio de trabajar en este magnifico proyecto de construir una casa espiritual que contenga la gloria de Dios. Estamos construyendo un edificio espiritual y el arquitecto es Dios. Somos edificadores y somos guardias de esa casa. Pero “SI” Dios no la edifica y no la protege en vano trabajan. ¿Por qué es en vano? Porque realmente es Dios obrando a través de nosotros. Esto es simple de entenderlo si vemos al cielo como nuestra fuente principal de todo lo que tenemos y hacemos en la tierra. A menos que Dios no permanezca como el centro de nuestro esfuerzos, la labor será en vano. En una mano está nuestra iniciativa en la tierra, en la otra mano “mas grande” está la soberanía de Dios de hacer como él quiere, cuando quiera y con quien él quiera. ¡El cielo se moverá!
Moviendo el cielo a través de la adoración
“Dad a Jehová la gloria debida a su nombre; Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad”. Salmos 29:2
La gloria debida solo puede darse al reconocer la grandeza de Jehová. Todo lo que para nosotros se convierte en algo grande puede restar de darle la gloria debida. Como hombres no podemos producir nada eterno o permanente; solo en Cristo. Que nuestra sabiduría, ni excelencia, ni grandeza de labores, las luces y los escenarios magistrales le resten la “gloria debida” a su nombre. Por encima de todo, sea persona, obra o cosa está El. Los adoradores funcionan como aquellos edificadores y guardias que trabajan en la construcción de ambientes celestiales para facilitar que Dios se mueva. Facilitamos el camino y la atmosfera debida para que él se mueva. Un adorador prepara y lleva los corazones a una entrega, sumisión y rendición delante de la hermosura de la santidad de Dios. Cuando Dios ve este ambiente se siente en casa; esa es su habitación. Muchas veces confundimos los instrumentos (medios de adoración) con la verdadera adoración. Cantar, tocar un instrumento o danzar, son un medio (instrumento) de adoración capaces de tocar el cielo. Pero detrás del canto, del instrumento y de la exposición pública, debe de encontrarse un corazón (aunque no sea perfecto) pero rendido, entregado, devoto y amador de Dios. La adoración no es un medio (instrumento), la adoración en si es intimidad. Es como entrar en una relación intima, profunda y sincera con nuestro Padre celestial a través de su Hijo Jesucristo. La adoración es enamorar a Dios, al saber que él está enamorado de nosotros. Hay tanto poder en la adoración que yo no encuentro otra atmósfera en donde pueda vivir mi eternidad. Dependemos de ella, vivimos en ella y movemos el cielo a través de ella. A veces, con el simple echo de adorar y derramar nuestras vidas delante de Dios, vemos su favor y su gracia derramada. Vemos que pelea por nosotros y obra aún cuando no se lo pedimos. El adorador genuino pierde el interés a lo material, al tiempo y a todo otro amor. Vive para Dios y muere para Dios. La adoración abre pequeñas ventanas para que el viento de gloria sople poderosamente en nosotros. Hay cosas en la vida que se deben de vivir y no explicarlas. Adorar a Dios genuinamente y experimentar su gloria es una de ella.
¿Quién es el hombre que puede mover la mano de Dios para que actúe?
“pero alguien testificó en cierto lugar, diciendo: ¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él, O el hijo del hombre, para que le visites? Le hiciste un poco menor que los ángeles, Le coronaste de gloria y de honra, Y le pusiste sobre las obras de tus manos”. Hebreos 2:6-7
Dios, Todopoderoso y Soberano Rey puede mover su mano a favor nuestro. El no tiene la obligación como Dios soberano, pero sí tiene la compasión al vernos como hombres. Pero en Cristo, nosotros somos más que hombres; nosotros somos sus hijos. Así que como Padre, tiene la responsabilidad según nosotros cumplamos con nuestra parte de sustentarnos. Pero aunque nosotros fuéramos infieles, Dios permanece fiel. Dios no solo es Dios, Dios es nuestro Padre. Su palabra registra muchas promesas que revelan la respuesta del cielo a nuestras vidas. Por ejemplo, si clamamos a él, Él nos responde. Todo lo que ataremos en la tierra será atado en los cielos. Si pedimos recibimos, si buscamos, hallaremos, si llamamos se nos abrirá. Porque todo aquel que pide recibe, el que busca encuentra y el que llama se le abre. Si tuviéramos fe como un grano de mostaza moveremos montaña. Hay una conexión extraordinaria entre el cielo en la tierra que es real y la podemos alcanzar. El hombre se ha convertido en la creación que Dios ha amado; pero somos mas que creación. Así que volvemos y respondemos a la pregunta ¿Quién es el hombre que puede mover la mano de Dios para que actúe? Los hombres que están en Cristo, somos sus hijos. Josué era hombre, Elías era hombre, y Dios movió su mano en su soberanía, pero nosotros ¿Qué somos? Somos sus hijos. Si Dios se va a mover en este tiempo es porque somos sus hijos y hemos sido hecho a la imagen del Cristo de la gloria. Bendiciones.