EL MISTERIO DE LA CRUZ

“Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios”. 1 Corintios 1:18
La visión de este capítulo es convertirnos en perseguidores del corazón de Dios.
La predicación de Jesús
El mensaje de Jesús, fue la confirmación de la predicación de Juan. Jesús predicaba: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado (Mateo 3:2). Esta fue su primera proclamación pública. Toda su doctrina parte de allí. Todos sus milagros parten de allí. Todas las sanidades parten de allí. Todas las liberaciones que él hizo, parten de allí. Todas sus reprensiones a las líderes religiosos parten de allí. Porque como consecuencia de que el reino había llegado, debería de enseñar su doctrina, realizar milagros, echar fuera los demonios que se oponen al reino y debía reprender a los que se suponen que deberían tener la llave del reino de los cielos. Viéndolo de esta forma, los líderes religiosos estaban supuestos a no solo aceptar a Jesús y su ministerio, sino a confirmar que él era el Mesías porque ellos conocían las escrituras. Pero esto nunca ocurrió. La falta de revelación los mató en las redes de la ignorancia. Ellos tenían conocimiento, pero no tenían revelación. Aunque el mensaje si tenía sentido, catalogaron a Jesús como un blasfemo. Decían que tenía demonio (véase Juan 10:20), porque decía la verdad: era Hijo de Dios, el Ungido que había de venir; el Mesías. Ellos oyeron el mensaje verdadero, pero sus ojos y sus oídos estaban cerrados. Esto fue lo que Jesús dijo de ellos en varias ocasiones. “Tienen ojos y no ven, oído y no oyen, y mucho menos entienden”. No tenían revelación de que el reino había llegado. Y lo más terrible, no supieron discernir el tiempo de su visitación (Lucas 19:44).
El evangelio que predicó Jesús
Antes de desglosar algunas cosas veamos detalladamente algunos pasajes importantes que arrojan la luz de esta verdad.
“Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo”. Mateo 4:23 (El énfasis fue añadido)
“Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo”. Mateo 9:35 (El énfasis fue añadido)
“Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin”. Mateo 24:14 (El énfasis fue añadido)
“Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios”. Marcos 1:14 (El énfasis fue añadido)
“Pero él les dijo: Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado”. Lucas 4:43 (El énfasis fue añadido)
“Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reinode Dios, y los doce con él”. Lucas 8:1 (El énfasis fue añadido)
Aún después de resucitado, Jesús predicó el reino de Dios.
“a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios”. Hechos 1:3 (El énfasis fue añadido)
Lo que les quiero mostrar con estos pasajes sonará algo fuerte pero lo entenderemos si finalizamos el capítulo. La realidad es que: Jesús nunca predicó el evangelio de la cruz. La cruz no fue su mensaje, sino el reino de Dios. ¿Porqué? Porque en ese momento, la cruz no era un evangelio; la cruz era un misterio. Preguntémonos, ¿Quién de nosotros se alegraría de la muerte de un ser querido? Nadie ríe de vida en tiempos de luto. A veces sólo la noticia que se va a morir, mata mas rápido que la enfermedad, ya que la muerte es preocupante y temible. En Juan 16:5-6 dice: “Pero ahora voy al que me envió; y ninguno de vosotros me pregunta: ¿A dónde vas? Antes, porque os he dicho estas cosas, tristeza ha llenado vuestro corazón”. La tristeza inundaba el corazón de los discípulos cuando Jesús anuncia su partida. Ellos experimentaron el sentimiento contrario a lo que produce un evangelio. La palabra evangelio viene del griego “euanggelion” que quiere decir: la recompensa por buenas noticias, o buenas noticias. Se describe de dos palabras: eu:“bien o bueno” y anghelos:“mensajero o anuncio”. Esta palabra era usada para dar un buen mensaje, ya sea de carácter público o privado. Se aplicaba también cuando había una victoria militar o deportiva, la sanación de alguien o el éxito en algo. Cuando Jesús anuncia su partida, los discípulos no se alegraron porque no era un evangelio (buena noticia) para ellos. La venida del reino de Dios si lo era para el que conocía las escrituras. Tenía sentido histórico, profético y escatológico. Ellos esperaban al Rey prometido que venía a liberarlos y a salvarlos. Ni aún los discípulos entendieron la cruz en el momento que Jesús la anuncia. Eran palabras que tenían que penetrar sus vidas. Veamos,
“Haced que os penetrenbien en los oídos estas palabras; porque acontecerá que el Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres”. Lucas 9:44 (El énfasis fue añadido)
Y sigue diciendo,
“Mas ellos no entendíanestas palabras, pues les estaban veladas para que no las entendiesen; y temían preguntarle sobre esas palabras. Lucas 9:45 (El énfasis fue añadido)
Cuando llegó el momento donde Jesús anunció su muerte, los discípulos la cuestionaron, se opusieron, se entristecieron y algunos hasta se endemoniaron. El Señor reprendió a Pedro después de haber anunciado su muerte en Marcos 8:33: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!Porque la cruz era un misterio y necesitaba ser revelada. Aún hasta el sol de hoy, la palabra de la cruz es locura para los que se pierden. Muchos no entienden el propósito de ella y el porqué Jesús tuvo que morir por nosotros. La palabra de la cruz necesita ser predicada con revelación. Que no haya sido un evangelio para ellos en ese momento, no quiere decir que no lo sea para nosotros. Son múltiples las riquezas que se desataron en la cruz para nuestras vidas. Jesucristo ya no está en la cruz, pero los efectos de ellas todavía están activos. Hubieron cosas que murieron en la cruz, otras se cumplieron en la cruz y otras se intensificaron en la cruz. Pero ¿Cómo podemos tener la buena noticia de algo que no conocemos? Es necesario la revelación para ver todas estas riquezas.
“Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria” 1 Corintios 2:7-8.
Si el mensaje y las buenas nuevas del reino de Dios es el evangelio de Cristo, entonces ¿Dónde queda la cruz? La cruz no cobró sentido, sino hasta el momento de la resurrección. Los discípulos después que ven a su Señor resucitado entendieron que era necesario que el Cristo padeciera y al tercer día resucitara. Observemos lo que Jesús hace para que los discípulos entiendan la cruz:
“Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén”. Lucas 24:44-47 (El énfasis fue añadido)
Todos los hombres tienen que morir pero la muerte de Jesús fue extraordinaria. En el verso 45, Jesús les abre el entendimiento a sus discípulos. ¡Esto es revelación personal! Ellos jamás hubieran arreglado el rompecabezas o puesto las piezas en su lugar sin esa apertura de su entendimiento. Ahora, una vez que se nos revele qué sucedió en la cruz y qué es lo que se desata allí, la palabra de la cruz se convierte en un evangelio para nosotros. Porque al conocer lo que sucedió allí, recibimos un mensaje cargado de buenas noticias. Si removemos la cruz no hay camina al reino, al Padre, a la vida y a la verdad. Veamos algunos de los grandes beneficios de la cruz para nosotros:
Fuimos redimidos en la cruz (Salvación)
“quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras”. Tito 2:14
El tema de la redención es un tema muy amplio. El acto de la redención en Jesús nos declara justos delante de Dios. Redimir quiere decir: rescatar y salvar a alguien de un dolor o situación. ¿De que fuimos redimidos? Fuimos redimidos de toda iniquidad. La palabra iniquidad quiere decir: la condición de estar sin la ley. Es la iniquidad quien le da paso a la muerte y al dolor en el hombre. La iniquidad cometida por le hombre es la raíz de la separación entre Dios y el hombre. El hombre comete pecado, el pecado le da lugar a la muerte y la muerte mata al hombre. La iniquidad es la raíz de la maldad. Cuando Jesús nos redime de ella, paga el precio que merecíamos en nuestra iniquidad. En la redención somos libres de la condenación.
La Gracia fue desatada en la cruz
“Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo”. Juan 1:17
La gracia vino al mundo por medio de Jesucristo. La justicia de Dios se cumplió en la muerte de Jesús y desde la cruz se desata gracia de Dios. Un regalo, que no merecíamos, pero que Dios por su amor nos los da. Esta gracia otorga perdón para todos, los que vivieron, los que viven y los que vivirán. La gracia no tiene favoritos, ni género, ni razas, ni color, ni lenguas, ni estatus social, ni religión, ni mas buenos, ni mas malos; es para todos. La decisión mas tonta del hombre, es irse al infierno cuando tiene la gracia de Dios, que lo redime y lo salva.
Jesucristo llevó el castigo de nuestra paz
“Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”. Isaías 53:5
Esta paz que estamos hablando es la paz de Dios con el hombre. Mientras el pecado reinaba, reinaba la muerte y el diablo. El pecado funcionaba como muralla separatista entre Dios y los hombres. El hombre merecía castigo, para poder estar en paz con Dios. Jesucristo tomo el castigo nuestro sobre su cuerpo, para que nosotros tuviéramos paz para con el Padre. Todo hombre que tiene a Cristo, está en paz con Dios gracias a su muerte. No mas culpabilidad, temor y confusión. Esta paz no la encontramos en nadie más, porque Jesucristo fue el único que pudo resolver el problema del pecado. Ahora nos podemos acercar al trono de la gracia y encontrar misericordia. Tenemos paz para con Dios, podemos vivir tranquilos.
Fuimos justificados
“siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús”. Romanos 3:24
Ser justificados quiere decir que el Juez soltó un juicio y nos halló justos. Los jueces sentencian algo que es correctamente merecido. El juez debe de saber que merecemos de acuerdo a la ley. Y si nosotros merecíamos muerte, el precio del pecado solo podía ser justificado con la muerte. La misericordia no ignora el juicio, sino que lo hace justo. Dios tuvo misericordia de nosotros, no porque evito el juicio sino porque tomo nuestro lugar. Un justo juicio se llevó a cabo en el momento que Jesús dio su vida por nosotros. Jesús tomó nuestro lugar pagando la condena, entonces nosotros somos justificados porque el Juez, vio que alguien más (el Hijo) pagó el precio. Nos declaro justos delante de Dios, gracias al sacrificio de la cruz.
Fuimos santificados
“En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre”. Hebreos 10:10
El ser santificados y la santidad son dos cosas diferentes, pero muy conectadas. La santidad es el producto (la condición) y el ser santificados es el proceso. Estamos en santidad porque hemos sido santificados o practicado la santificación. Ser santificados quiere decir que Jesucristo nos hizo santos delante de Dios. Nada inmundo o pecaminoso puede estar delante de Dios. Su santidad lo aniquilaría inmediatamente. Pero la ofrenda para nuestra santificación fue el cuerpo de Jesucristo. Cuando Dios mira a sus hijos, no mira sus errores y pecados pasados. Él mira la sangre que los cubre y los ha santificado, o sea, los hecho santos. Caminar en santidad, es el resultado de una vida nueva en Cristo y no el mero deseo del hombre que quiere vivir moralmente bien. No hay jabón o químico en el mundo que pueda lavar nuestro cuerpo, alma y espíritu, de la suciedad del pecado. No hay obra buena de hombre, ni en conducta, ni en carácter, por más que se esfuerce, que puede santificar al hombre delante de Dios. Solo el sacrifico de Jesús, puede santificarnos verdaderamente delante de Dios. La santificación es el fruto de la libertad. Nadie puede santificarse si primero no es libre del pecado. Jesucristo nos hizo inocente, y a partir de allí comienza nuestra santificación. El Espíritu Santo nos ayuda y la fe en la verdad.
Fuimos curados (Sanidad)
“Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”. Isaías 53:5
La sanidad que fue efectuada para el hombre se da de una manera completa. El hombre sin Cristo está enfermo y necesita la sanidad de Dios. La sanidad es en cuerpo, alma y espíritu. La sanidad espiritual es la mayor enfermedad del hombre por causa del pecado. Esta es la primera sanidad que Dios quiere efectuar. La sanidad física, también es efectuada en esta promesa. Creemos que por la fe, los enfermos son sanados en el nombre de Jesús. Si no sanamos ahora, se nos promete un cuerpo nuevo y glorificado indestructible. También encontramos la sanidad del alma, donde se encuentra el corazón del hombre. Jesús vino a sanar a los quebrantados de corazones, a los oprimidos y enlutados. Hay muchas personas sufriendo de amargura, soledad, odio, envidia, etc., que cuando Cristo llega a su vida, son sanados. ¡Por sus llagas fuimos nosotros curados!
Fuimos transformados
“Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)”. Gálatas 3:13
La maldición fue el máximo resultado del pecado del hombre. La ley encerró todo bajo pecado y reveló el pecado. Mas Jesucristo se hizo por nosotros maldición, muriendo en una cruz. Estaba escrito que la persona que era colgada en un madero, era maldita. Jesús tomo la maldición de nosotros, para que Dios nos diera bendición. Muchos cuando escuchan la palabra bendición piensan solo en cosas materiales. No estamos hablando de esto, aunque también afecta esta área. La transformación de Jesús fue poderosa, ya que tomó la maldición de nosotros, la clavo en la cruz e hizo un intercambio. De lamento a baile, de maldición a bendición, de muerte a vida, de enfermedad a salud y de pobreza en riqueza. Poderosa transformación.
Nos reconcilió a todos en un solo pueblo
“y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades”. Efesios 2:16
Antes de la cruz, habían judíos y gentiles separados en dos pueblos. Unos orgullosos de su ley y los otros adorando los ídolos. Los dos tenían algo en común; los dos necesitaban la cruz. Tanto judíos como gentiles, necesitan la cruz. En la cruz se eliminó esa enemistad y se reconcilió a los dos en un sólo cuerpo. Todo hombre necesita mirar a la cruz, si quiere ser parte de ese solo cuerpo.
Jesús triunfo sobre ellos en la cruz
“y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz”. Colosenses 2:15
Jesús con su muerte le dio muerte al que tenía el imperio de la muerte. El diablo está destruido, según la palabra. Jesús lo venció en la cruz. También desarmó a los principados y a las potestades y les dio una humillación pública en la cruz. Todas sus armas quedaron inactivas; fue un despojo total. Que Jesús halla triunfado sobre el diablo, principados y potestades, se convierte en un evangelio de poder. Así como él triunfó, nosotros también hemos triunfado.
“Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo”. Hebreos 2:14
Pagado fue por completo la deuda
“Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu”. Juan 19:30
“Consumado es” quiere decir, que se finalizado, que se ha cerrado una deuda o un ciclo. En ese momento, Jesucristo había terminado la obra de redimir al hombre. Toda la deuda pendiente había sido pagada por completo y un ciclo de muerte se cerraba y se abría un ciclo de vida. Nuestra paz, gozo, prosperidad, sanidad, vida eterna, justicia, etc. Todo había sido pagado por completo. En este momento el diablo quedó en bancarrota; a todos nos debe. Ya no somos deudores, ahora somos libres. Ya no somos extranjeros, ahora somos ciudadanos del reino y miembros de la familia de Dios. Pasamos de deudores, ha herederos de Dios y coherederos con Cristo.
La cruz abre paso a la gloria de Dios
“Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron”. Mateo 27:51
El pecado nos separaba de una intimidad con Dios. El velo entre el lugar santo y el lugar santísimo, hablaba que no había camino para el hombre al lugar mas íntimo. Había una gloria que quería tocarnos pero no podía por causa de la deuda no pagada. Cuando Jesucristo muere, el velo del templo se rasgó en dos. Ahora tenemos acceso a la gloria de Dios, por medio del camino nuevo que nos trazó Jesús con su muerte. Podemos vivirla, palparla y portarla gracias al sacrificio de la cruz. Entramos en una dimensión de gloria extraordinaria gracias al sacrificio de la cruz.
La cruz proclama al Rey y a su reino
“Había también sobre él un título escrito con letras griegas, latinas y hebreas: ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS”. Lucas 23:38
La misma cruz proclama al Rey que había de venir y su reino. Muchos tienen la imagen de Jesús, ensangrentado y sufriendo en la cruz. Esta escritura en la cruz, habla que la persona que murió allí, no fue cualquier persona, sino el Rey de reyes y Señor de señores. La cruz, con este conocimiento, al ser revelado, si se convierte en buenas noticias. Era común que los Romanos pusieran la causa de los malhechores que eran crucificados. La Biblia dice que habían dos ladrones, me imagino que ha ellos le escribieron, “por ladrón”. La tradición romana era que los que eran crucificados llevaban un soldado a lado con un cartelón que decía su causa. Pero Jesús cuando fue interrogado, dijo que su reino no era de este mundo y que para esto había nacido. Así que pusieron su causa. El anuncio estaba en hebreo, latín y griego. Estas eran las tres lenguas más populares en ese tiempo y lugar. Dios quería que todos entendieran su causa real y la identidad de su Hijo. No era un cualquiera, era el Rey, el Mesías, el Ungido. En la tierra los ciudadanos pagan la deuda a los gobernantes, en el cielo el rey vino a pagar la deuda de los ciudadanos con su propia vida.